Memoria by David Lagercrantz

Memoria by David Lagercrantz

autor:David Lagercrantz [Lagercrantz, David]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Ediciones Destino
publicado: 2024-07-09T22:00:00+00:00


Rekke entró y comprendió que la señora Hansson y Micaela hablaban de él. Aunque intuía un tono de gravedad en las voces, no le importó. Se dirigió a su estudio para examinar la huella en el pósit amarillo. No se veía gran cosa. Las palabras no se habían escrito con mucha fuerza. Aun así, podía leer «Hög —algo— gatan, 52», y justo al principio de la parte ilegible se intuía una «ä», una «ä» descuidada, lo cual debería convertir la palabra en Högbärsgatan. ¿Högbär?

¿Esa era una palabra? ¿Una baya que desconocía?1 ¿O un error ortográfico? Una calle que sí existía era Högbergsgatan, situada en el barrio de Söder, y en el número 52 había un colegio, Maria Elementar. Sonaba inocente. ¿Se trataba solo de una paranoia suya, a pesar de todo? ¿Porque en realidad qué pruebas tenía? Una marca en la muñeca de Julia, su mirada algo desafiante, una voz en la noche que sonó preocupada y que casi seguro mintió, y luego la letra de un hombre que tenía más de treinta años y cuya recargada caligrafía posiblemente revelaba una personalidad algo grandiosa. Ahora bien, la grafología no es que sea una ciencia muy fiable, y las hijas mienten a menudo cuando tienen a hombres en casa. Quizá no se trataba más que de la típica paranoia paternal, y esa presión en el pecho que sentía y las punzadas de dolor en el corazón tampoco es que mejoraran su estado de ánimo que digamos, y, para más inri, el repentino acceso de angustia saboteaba su concentración.

Sufría abstinencia y debería tomar algo. Pero dudó. Se suponía que tenía que ser un padre responsable. ¿Aunque de qué le servía a Julia si no podía pensar con claridad? De nada. Antes capaz que limpio de drogas, decidió, y se levantó para ir al cuarto de baño. De camino oyó a Micaela hablar por teléfono.

Hablaba de una reunión a la una y, cuando ella hubo colgado, se acercó. Micaela puso una cara como si la hubiese pillado haciendo algo prohibido. Se le notaba una sombra huraña en los ojos y bajó la mirada al suelo.

—¿Has visto a Julia? —preguntó.

—No —respondió Rekke—. No estaba en casa. Si lo he entendido bien, tú también te vas, ¿no?

—Voy a ver a la hermana de Claire Lidman, Linda.

—¿Y eso?

La señora Hansson recogía en la cocina detrás de ellos. Hacía más ruido que otras veces y a ratos se paraba a descansar. Se oían unos agudos tonos en do cuando introducía las copas de vino en el lavavajillas.

—Quiero confirmar que Claire está viva.

—Anda.

—Pero tranquilo, voy a escuchar entre líneas. No voy a preguntar a bocajarro.

—¿Te has enterado de algo más? —dijo Rekke.

—Kaj Lindroos la llamó anoche, y daba la impresión de estar borracho y paranoico.

—¿Otro más que ha pasado demasiado tiempo mirando esa foto?

—Eso parece.

—¿Quieres que te acompañe?

Micaela se mostró dubitativa, y Rekke comprendió que en realidad se había enterado de algo que no quería compartir. Por instinto aguzó el oído de nuevo hacia la señora Hansson, como si esperara obtener más información de los tonos que sus movimientos generaban.



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